Hoy se cumplen cuatro años de la muerte de mi querida suegra… Se ha hablado mucho de la mala relación entre suegras y nueras pero no era nuestro caso, siempre me trató como a la hija que nunca tuvo y creo que yo siempre me comporté como tal.
Durante los últimos años, empezó a padecer Alzheimer, esa tan temida enfermedad, y cada vez era un poco menos ella… (*) Aunque la medicación supongo que hacía que avanzara más despacio, el hecho es que avanzaba.
Cuando los niños son pequeños y les explicas las cosas, no siempre lo entienden a la primera pero sabes que al final lo aprenderán, sin embargo el Alzheimer es el aprendizaje al revés… Y por más que les expliques las cosas no van a recuperar lo que olvidaron, lo más a lo que puedes aspirar es a que tarden en olvidar lo que todavía recuerdan. Debo reconocer que había momentos en que la situación era estresante pero si analizabas las anécdotas como si le sucedieran a otra persona podían llegar a resultar graciosas y esa era mi válvula de escape: contaba en la oficina lo que me había sucedido la víspera, en clave de humor, y me servía para rebajar la tensión de esos momentos.
Podría haber vivido más y haber olvidado más si un mal golpe no nos la hubiera arrebatado pero también pienso en lo difícil de aceptar que habría sido, para nosotros, el momento en que nos convirtiéramos en desconocidos. Ella no se olvidó de nosotros y nosotros no nos olvidamos de ella.
(*) Llevaba ya 6 años con medicación pero ya antes, había cambiado. Venía todos los días a visitarnos y cada vez las visitas eran más cortas y llenas de tópicos. Ella que había sido tan parlanchina se estaba quedando sin palabras. Sus conversaciones eran repetitivas: hablaba del tiempo y dos o tres temas más que le sacaban del apuro y empezaba a ponerse nerviosa porque no sabía qué más decir. Si se hablaba de algún tema, ella no podía seguir la conversación porque no conseguía retener el hilo de la misma.
Siempre fue amable pero poco a poco empezó a volverse más gruñona ya que le costaba argumentar y su reacción era enfadarse. Alguien que la conoció cuando la enfermedad ya estaba avanzando, me dijo que mi suegra tenía mal genio y yo tuve que explicarle que no, que era la enfermedad, porque ella nunca lo había tenido.
Aprovecho desde aquí para dar ánimo a todos aquellos que tengan un familiar con Alzheimer porque sé que es muy duro física y psicológicamente. Mucha paciencia.
Durante los últimos años, empezó a padecer Alzheimer, esa tan temida enfermedad, y cada vez era un poco menos ella… (*) Aunque la medicación supongo que hacía que avanzara más despacio, el hecho es que avanzaba.
Cuando los niños son pequeños y les explicas las cosas, no siempre lo entienden a la primera pero sabes que al final lo aprenderán, sin embargo el Alzheimer es el aprendizaje al revés… Y por más que les expliques las cosas no van a recuperar lo que olvidaron, lo más a lo que puedes aspirar es a que tarden en olvidar lo que todavía recuerdan. Debo reconocer que había momentos en que la situación era estresante pero si analizabas las anécdotas como si le sucedieran a otra persona podían llegar a resultar graciosas y esa era mi válvula de escape: contaba en la oficina lo que me había sucedido la víspera, en clave de humor, y me servía para rebajar la tensión de esos momentos.
Podría haber vivido más y haber olvidado más si un mal golpe no nos la hubiera arrebatado pero también pienso en lo difícil de aceptar que habría sido, para nosotros, el momento en que nos convirtiéramos en desconocidos. Ella no se olvidó de nosotros y nosotros no nos olvidamos de ella.
(*) Llevaba ya 6 años con medicación pero ya antes, había cambiado. Venía todos los días a visitarnos y cada vez las visitas eran más cortas y llenas de tópicos. Ella que había sido tan parlanchina se estaba quedando sin palabras. Sus conversaciones eran repetitivas: hablaba del tiempo y dos o tres temas más que le sacaban del apuro y empezaba a ponerse nerviosa porque no sabía qué más decir. Si se hablaba de algún tema, ella no podía seguir la conversación porque no conseguía retener el hilo de la misma.
Siempre fue amable pero poco a poco empezó a volverse más gruñona ya que le costaba argumentar y su reacción era enfadarse. Alguien que la conoció cuando la enfermedad ya estaba avanzando, me dijo que mi suegra tenía mal genio y yo tuve que explicarle que no, que era la enfermedad, porque ella nunca lo había tenido.
Aprovecho desde aquí para dar ánimo a todos aquellos que tengan un familiar con Alzheimer porque sé que es muy duro física y psicológicamente. Mucha paciencia.
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