Me refiero a ese momento en que no estamos dormidos pero tampoco estamos realmente despiertos, en que nuestro cerebro todavía está entre nebulosas y nos cuesta muchísimo pensar. Suele ocurrir en el momento de dormir o en el despertar y es un momento curioso y, a veces, incluso gracioso… sobre todo para los demás.
Cuando me duermo, a veces no puedo evitar que mi cerebro, en vez de intentar relajarse y prepararse para dormir, empiece a pensar en lo sucedido durante el día y comience a buscar posibles soluciones a los problemas encontrados. Debo reconocer que algunas de esas soluciones pueden ser interesantes y quisiera recordarlas al día siguiente pero no estoy tan despierta como para levantarme de la cama y apuntarlo en una nota, así que mi estrategia suele ser repetirlo en mi cabeza para que me quede grabado. Cada vez me voy durmiendo más y yo sigo intentando repetir esa fórmula mágica en mi cabeza mientras mi cerebro sigue cayendo y yo lucho para retener la idea porque ya no sé qué es lo que quería recordar. A veces me acuerdo al día siguiente, otras recuerdo que se me había ocurrido algo pero… ¿qué era? Y otras, supongo, lo he olvidado todo.
El despertar suele ser gracioso en algunas personas, sobre todo cuando no se hace de forma espontánea sino que alguien te despierta. Cuando yo era pequeña, las tres hermanas dormíamos en la misma habitación, en una litera de tres alturas. Yo que soy la mayor, solía ser la última en acostarme y para entonces la segunda solía estar dormida. Cuando yo encendía la luz para poder meterme en la cama, a veces se despertaba, abría los ojos como platos y me decía cosas que yo no entendía. Las primeras veces intentaba prestar atención para comprender lo que decía pero era imposible porque no tenía ningún sentido pero yo todavía no sabía que estaba más dormida que despierta a pesar de que pareciera lo contrario. Al día siguiente, ella no recordaba absolutamente nada. Hace poco me ocurrió algo parecido con mi hija pequeña. La desperté preguntándole una cosa y me contestaba frases sin sentido. Cuando al día siguiente ya estaba de verdad despierta me contestó que, en su cabeza, lo que me decía tenía lógica.
Cuando me duermo, a veces no puedo evitar que mi cerebro, en vez de intentar relajarse y prepararse para dormir, empiece a pensar en lo sucedido durante el día y comience a buscar posibles soluciones a los problemas encontrados. Debo reconocer que algunas de esas soluciones pueden ser interesantes y quisiera recordarlas al día siguiente pero no estoy tan despierta como para levantarme de la cama y apuntarlo en una nota, así que mi estrategia suele ser repetirlo en mi cabeza para que me quede grabado. Cada vez me voy durmiendo más y yo sigo intentando repetir esa fórmula mágica en mi cabeza mientras mi cerebro sigue cayendo y yo lucho para retener la idea porque ya no sé qué es lo que quería recordar. A veces me acuerdo al día siguiente, otras recuerdo que se me había ocurrido algo pero… ¿qué era? Y otras, supongo, lo he olvidado todo.
El despertar suele ser gracioso en algunas personas, sobre todo cuando no se hace de forma espontánea sino que alguien te despierta. Cuando yo era pequeña, las tres hermanas dormíamos en la misma habitación, en una litera de tres alturas. Yo que soy la mayor, solía ser la última en acostarme y para entonces la segunda solía estar dormida. Cuando yo encendía la luz para poder meterme en la cama, a veces se despertaba, abría los ojos como platos y me decía cosas que yo no entendía. Las primeras veces intentaba prestar atención para comprender lo que decía pero era imposible porque no tenía ningún sentido pero yo todavía no sabía que estaba más dormida que despierta a pesar de que pareciera lo contrario. Al día siguiente, ella no recordaba absolutamente nada. Hace poco me ocurrió algo parecido con mi hija pequeña. La desperté preguntándole una cosa y me contestaba frases sin sentido. Cuando al día siguiente ya estaba de verdad despierta me contestó que, en su cabeza, lo que me decía tenía lógica.
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