La que fue casa de mi suegra y que ahora utilizamos como ocupas, en realidad lo suelen utilizar mis hijas y en ella tienen algunos de sus proyectos. Ahora que estamos todos es más complicado hacer nada pero como me cuesta estar parada, pensé que podía ayudarles.
Después de sacar brillo a los dorados, animada por el resultado, se me ocurrió que podía hacer lo que mis hijas habían propuesto al menos hace dos meses en que habíamos comprado pintura blanca para azulejos: pintar de blanco los azulejos, bastante estropeados, estilo años 60 del baño.
Así que, el fin de semana, limpié bien los azulejos y al día siguiente comencé a pintar (*). Calculé que en un día podría dar las dos manos de pintura que aconsejaba el fabricante. Debo reconocer que me resultó más complicado de lo que creía, sobre todo detrás del inodoro y la ducha. La ducha es muy pequeña y la escalera no se puede abrir bien, por eso no tenía manera de colocar la pintura de forma cómoda y tenía que entrar y salir de la ducha de manera muy incómoda para untar el rodillo. Tardé muchísimo en pintar un espacio tan pequeño.
Al menos había que dar dos manos, así que pensé lo que podría hacer para no tardar tanto al dar la segunda mano. Conseguí pasar con la cubeta, pero ya tenía inutilizada una mano porque al no poder abrir la escalera, no podía posarla en la zona superior. Pedí que me pasaran el pincel y el rodillo y me dispuse a pintar. La verdad es que iba bastante rápido y me confié. En un momento se me volcó la cubeta y se me cayó encima la pintura. La camiseta, la zapatilla, la escalera, la ducha,… todo lleno de pintura. Un buen rato hasta que conseguimos limpiarlo todo. Acabamos agotados y la ducha sin pintar.
Después pensamos en cuál sería la solución y decidimos que eran necesarias dos personas: una pintaba dentro de la ducha y la otra se encargaba de llenar de pintura el rodillo y el pincel, según fuera necesario.
Reconozcámoslo: no siempre podemos hacer las cosas solos, a veces es mejor hacer las cosas entre dos… o más.
(*) Creo que, quizá, mi familia tenía razón y no debería haber empezado a pintar mientras estábamos habitando el piso pero, también es verdad, que si yo no lo hubiera empezado, dudo mucho que se hubiera pintado en un tiempo razonable. Lo peor: dejar el trabajo sin terminar con los inconvenientes que conlleva. Todavía habrían de pasar unos días más hasta dar por finalizado el trabajo…
Después de sacar brillo a los dorados, animada por el resultado, se me ocurrió que podía hacer lo que mis hijas habían propuesto al menos hace dos meses en que habíamos comprado pintura blanca para azulejos: pintar de blanco los azulejos, bastante estropeados, estilo años 60 del baño.
Así que, el fin de semana, limpié bien los azulejos y al día siguiente comencé a pintar (*). Calculé que en un día podría dar las dos manos de pintura que aconsejaba el fabricante. Debo reconocer que me resultó más complicado de lo que creía, sobre todo detrás del inodoro y la ducha. La ducha es muy pequeña y la escalera no se puede abrir bien, por eso no tenía manera de colocar la pintura de forma cómoda y tenía que entrar y salir de la ducha de manera muy incómoda para untar el rodillo. Tardé muchísimo en pintar un espacio tan pequeño.
Al menos había que dar dos manos, así que pensé lo que podría hacer para no tardar tanto al dar la segunda mano. Conseguí pasar con la cubeta, pero ya tenía inutilizada una mano porque al no poder abrir la escalera, no podía posarla en la zona superior. Pedí que me pasaran el pincel y el rodillo y me dispuse a pintar. La verdad es que iba bastante rápido y me confié. En un momento se me volcó la cubeta y se me cayó encima la pintura. La camiseta, la zapatilla, la escalera, la ducha,… todo lleno de pintura. Un buen rato hasta que conseguimos limpiarlo todo. Acabamos agotados y la ducha sin pintar.
Después pensamos en cuál sería la solución y decidimos que eran necesarias dos personas: una pintaba dentro de la ducha y la otra se encargaba de llenar de pintura el rodillo y el pincel, según fuera necesario.
Reconozcámoslo: no siempre podemos hacer las cosas solos, a veces es mejor hacer las cosas entre dos… o más.
(*) Creo que, quizá, mi familia tenía razón y no debería haber empezado a pintar mientras estábamos habitando el piso pero, también es verdad, que si yo no lo hubiera empezado, dudo mucho que se hubiera pintado en un tiempo razonable. Lo peor: dejar el trabajo sin terminar con los inconvenientes que conlleva. Todavía habrían de pasar unos días más hasta dar por finalizado el trabajo…
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