Nuestro último día antes de emprender el camino de vuelta y amaneció lluvioso.
De lluvioso a muy lluvioso...
Nuestra idea era ir a Dinan pero, en vez de ir por la autovía, ir por los pueblos que encontráramos, que tampoco fueron tantos.
Cuando llegamos al primer pueblo, Combourg, casi había dejado de llover. Mi marido vio caballos, así que paramos para ver qué pasaba. Era "La gran fiesta del caballo y la monta" en el parque del castillo de Combourg, así que allí nos dirigimos.
Alguna casita de cuento.
El pueblo convenientemente engalanado.
El castillo, delante del cual estaba preparada la fiesta.
Al entrar, tuvimos una curiosa anécdota. Al ir a comprar las entradas, dos señoras nos dijeron que sólo pagaban los adultos. Pregunté desde qué edad eran adultos y al contestarme que desde los 12 años. Respondí que éramos 5 adultos. Les debió de parecer mucho y acordaron entre ellas: "¿Hacemos 2x1?". Y nos cobraron 3 entradas.
Un hermosísimo ejemplar.
Una coqueta calesa.
Los perros a la espera en "La gran fiesta del caballo"
Llegamos a Dinan, un bonito pueblo medieval en la parte alta...
... con un puerto fluvial en la parte baja.
Este pueblo también estaba engalanado porque se iba a celebrar la fiesta del arpa celta (supongo que era por eso).
Aquí, la mujer orquesta: con el pie izquierdo tocaba cascabeles, con el derecho el tambor que podéis ver, con la mano izquierda y la boca esa flauta, y con la derecha un ¿salterio?.
También tiene curiosas casas medievales de madera y piedra.
Como podéis ver, el cielo ha ido clareando.
En el puerto fluvial se podían alquilar motoras.
Una casa con un diseño muy curioso.
Y tomamos el camino de vuelta parando en Dol de Bretagne.
La catedral, según una de las guías que llevábamos: la catedral gótica más majestuosa de Bretaña.
Había un concierto de coro en la catedral. Pudimos disfrutar de la música pero, por contra, vimos someramente la catedral.
Algunas casas curiosas.
Y más animación en la calle: un grupo de música bretona.
Medievalys: o cómo se construían las iglesias en el medievo.
Ya, definitivamente, regresamos a nuestro alojamiento. Pero, aún teníamos algo pendiente: Saint Michel quedaba a menos de media hora y la marea alta, calculábamos que sería sobre las 21 h. Así que nuestras hijas nos dejaron libres (o se quedaron libres) y nos permitieron un paseo romántico por Saint Michel con marea alta.
El molino de viento de Moidrey, desde el coche, camino de Saint Michel.
La puerta de entrada habitual estaba anegada por la marea alta. De hecho, el año pasado que estuvimos en Normandía (St. Michel, realmente pertenece a Normandía aunque está justo en el límite y a veces los bretones se lo quieren adjudicar) entramos por esta puerta.
La carretera de acceso y la nueva carretera alzada sobre pilares que está en construcción (parece que no les falta mucho).
Un precioso atardecer. ¡Quién nos lo iba a decir esta mañana con lo que llovía!
Teníamos la atracción completa: la marea estaba tan alta porque era luna llena y cuando es luna llena, la luna sale cuando el sol se pone.
El mismo molino que vimos a la ida, ahora a la vuelta, iluminado.
Se acababan las vacaciones, pero era feliz.
De lluvioso a muy lluvioso...
Nuestra idea era ir a Dinan pero, en vez de ir por la autovía, ir por los pueblos que encontráramos, que tampoco fueron tantos.
Cuando llegamos al primer pueblo, Combourg, casi había dejado de llover. Mi marido vio caballos, así que paramos para ver qué pasaba. Era "La gran fiesta del caballo y la monta" en el parque del castillo de Combourg, así que allí nos dirigimos.
Alguna casita de cuento.
El pueblo convenientemente engalanado.
El castillo, delante del cual estaba preparada la fiesta.
Al entrar, tuvimos una curiosa anécdota. Al ir a comprar las entradas, dos señoras nos dijeron que sólo pagaban los adultos. Pregunté desde qué edad eran adultos y al contestarme que desde los 12 años. Respondí que éramos 5 adultos. Les debió de parecer mucho y acordaron entre ellas: "¿Hacemos 2x1?". Y nos cobraron 3 entradas.
Un hermosísimo ejemplar.
Una coqueta calesa.
Los perros a la espera en "La gran fiesta del caballo"
Llegamos a Dinan, un bonito pueblo medieval en la parte alta...
... con un puerto fluvial en la parte baja.
Este pueblo también estaba engalanado porque se iba a celebrar la fiesta del arpa celta (supongo que era por eso).
Aquí, la mujer orquesta: con el pie izquierdo tocaba cascabeles, con el derecho el tambor que podéis ver, con la mano izquierda y la boca esa flauta, y con la derecha un ¿salterio?.
También tiene curiosas casas medievales de madera y piedra.
Como podéis ver, el cielo ha ido clareando.
En el puerto fluvial se podían alquilar motoras.
Una casa con un diseño muy curioso.
Y tomamos el camino de vuelta parando en Dol de Bretagne.
La catedral, según una de las guías que llevábamos: la catedral gótica más majestuosa de Bretaña.
Había un concierto de coro en la catedral. Pudimos disfrutar de la música pero, por contra, vimos someramente la catedral.
Algunas casas curiosas.
Y más animación en la calle: un grupo de música bretona.
Medievalys: o cómo se construían las iglesias en el medievo.
Ya, definitivamente, regresamos a nuestro alojamiento. Pero, aún teníamos algo pendiente: Saint Michel quedaba a menos de media hora y la marea alta, calculábamos que sería sobre las 21 h. Así que nuestras hijas nos dejaron libres (o se quedaron libres) y nos permitieron un paseo romántico por Saint Michel con marea alta.
El molino de viento de Moidrey, desde el coche, camino de Saint Michel.
La puerta de entrada habitual estaba anegada por la marea alta. De hecho, el año pasado que estuvimos en Normandía (St. Michel, realmente pertenece a Normandía aunque está justo en el límite y a veces los bretones se lo quieren adjudicar) entramos por esta puerta.
La carretera de acceso y la nueva carretera alzada sobre pilares que está en construcción (parece que no les falta mucho).
Un precioso atardecer. ¡Quién nos lo iba a decir esta mañana con lo que llovía!
Teníamos la atracción completa: la marea estaba tan alta porque era luna llena y cuando es luna llena, la luna sale cuando el sol se pone.
El mismo molino que vimos a la ida, ahora a la vuelta, iluminado.
Se acababan las vacaciones, pero era feliz.
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