Cuando volví del viaje a Lisboa en el que aprovechamos para visitar Sintra, hubo quien me preguntó: ¿Has visitado la pastelería de Belém? Y yo tuve que contestar que no, que no lo había hecho.
En un primer momento, pensé que me podía haber informado mejor y haber visitado esa pastelería tan famosa. Pero después me di cuenta de que no solo me dejé esa pastelería tan famosa, tampoco habré visto ese museo tan interesante, ni siquiera habré estado en ese restaurante tan bueno,… Y así podríamos seguir hasta hartarnos. Y a pesar de todo hubo un día que estábamos cansadísimos de tanto andar porque debo reconocer que yo soy de verlo todo, de ir a visitar todo lo que está marcado como interesante para certificar de alguna forma que estoy donde estoy y, claro, es agotador y muy caro. Afortunadamente, mi marido o mis hijas me suelen parar los pies y me obligan a detenerme para disfrutar del lugar porque esa es otra forma de sentir que estás donde estás.
Así que, efectivamente, no fui a la pastelería de Belém aunque estuve cerca porque andaba disfrutando con la compañía de los amigos y no iba a perderlos por ver una pastelería que ni siquiera sabía que existía. Y aunque no estuve en la pastelería de Belém, entré en una pastelería de Lisboa y compré pasteis de nata para mis compañeros. Y aunque no fui a esa pastelería, sí que vi muchísimas otras cosas tal y como os he mostrado en mis fotos. Y según preparaba las fotos para mis posts las volvía a recordar como si estuvieran ante mí de nuevo.
Los viajes son:
- disfrutar del lugar, de la gente, de sus costumbres y su gastronomía, aprovechar los momentos y guardarlos en la memoria para recordarlos después. Pero no hace falta verlo todo, no es posible.
- también pueden ser para descansar. En este caso, no caigas en el error de no ver nada (*).
De lo que deduzco, como casi siempre, que hay que encontrar un punto de equilibrio entre intentar verlo todo y no ver nada.
(*) No ver nada me parece que es hacer un desprecio al lugar en el que hemos decidido pasar nuestras vacaciones, seguro que tiene algo que ofrecer
En un primer momento, pensé que me podía haber informado mejor y haber visitado esa pastelería tan famosa. Pero después me di cuenta de que no solo me dejé esa pastelería tan famosa, tampoco habré visto ese museo tan interesante, ni siquiera habré estado en ese restaurante tan bueno,… Y así podríamos seguir hasta hartarnos. Y a pesar de todo hubo un día que estábamos cansadísimos de tanto andar porque debo reconocer que yo soy de verlo todo, de ir a visitar todo lo que está marcado como interesante para certificar de alguna forma que estoy donde estoy y, claro, es agotador y muy caro. Afortunadamente, mi marido o mis hijas me suelen parar los pies y me obligan a detenerme para disfrutar del lugar porque esa es otra forma de sentir que estás donde estás.
Así que, efectivamente, no fui a la pastelería de Belém aunque estuve cerca porque andaba disfrutando con la compañía de los amigos y no iba a perderlos por ver una pastelería que ni siquiera sabía que existía. Y aunque no estuve en la pastelería de Belém, entré en una pastelería de Lisboa y compré pasteis de nata para mis compañeros. Y aunque no fui a esa pastelería, sí que vi muchísimas otras cosas tal y como os he mostrado en mis fotos. Y según preparaba las fotos para mis posts las volvía a recordar como si estuvieran ante mí de nuevo.
Los viajes son:
- disfrutar del lugar, de la gente, de sus costumbres y su gastronomía, aprovechar los momentos y guardarlos en la memoria para recordarlos después. Pero no hace falta verlo todo, no es posible.
- también pueden ser para descansar. En este caso, no caigas en el error de no ver nada (*).
De lo que deduzco, como casi siempre, que hay que encontrar un punto de equilibrio entre intentar verlo todo y no ver nada.
(*) No ver nada me parece que es hacer un desprecio al lugar en el que hemos decidido pasar nuestras vacaciones, seguro que tiene algo que ofrecer
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