Jaizkibel es un monte que va desde Donibane (al oeste) hasta Hondarribi (al este) o viceversa. En su ladera sur está la civilización y en su ladera norte está el mar, las calas, las praderas y algún bosque, la belleza, la naturaleza, la paz y la tranquilidad. En una de esas vaguadas, existe un riachuelo que se llama Gaztarrotz y que es uno de esos lugares cuya existencia conocía pero, a pesar de que hemos andado mucho por Jaizkibel, no habíamos llegado a visitar. Ni siquiera estábamos seguros de dónde se encontraba exactamente pero hemos visto fotos y sabíamos que iba a merecer la pena.
Hoy el día ha amanecido luminoso y soleado. Habíamos hecho planes para comer pronto y salir después pero antes de comer, se ha nublado todo y las nubes bajas han empezado a descender por la ladera del monte. Como no estaba previsto que lloviera hemos seguido adelante con el plan.
Como veis, a nuestra llegada, las nubes bajas en forma de niebla matizaban las formas y los colores.
Una vez que hemos empezado a bajar las nubes se han quedado por encima y hemos vuelto a ver los colores con nitidez. Al fondo, a pesar de que no se distingue, está el mar.
Pero por encima de nuestras cabezas, seguía estando la niebla.
Una muestra de la forma de las rocas de esta zona y de lo increíble que es la vida.
Helechos. Antaño, los helechos se utilizaban para preparar la cama del ganado. También, mezclados con hielo, para presentar el pescado en las pescaderías.
Pequeñas y hermosas florecillas en mitad del “camino” de piedra.
Y ya empezamos a llegar a la zona interesante. ¿Qué habilidoso escultor trabajó en estas piedras?
Parece que es el viento, por increíble que resulte.
Tanto Jaizkibel como Ulía (que va desde Pasai San Pedro hasta Donostia) son básicamente de piedra arenisca.
El viento sopla llevando partículas que agujerean la piedra, sobre todo las partes más blandas. Una vez que ha hecho un agujero, las partículas giran y giran desgastando la piedra, convirtiéndola en fina arena y tallando las hermosas oquedades y figuras que encontramos por el camino.
Pero lo más sorprendente de esta zona, no son las piedras esculpidas, sino la increíble profusión de colores de los bloques de arenisca. Podemos encontrar desde blanco hasta rojo, pasando por las gamas de ocres y naranjas.
Incluso podremos encontrar bloques de color negro. Pareciera que pintores y escultores han trabajado para crear una magnífica obra de arte.
En algunos momentos nos ha parecido que contemplábamos algún rincón de la Alhambra o alguna de obra de Miquel Barceló o de Gaudí.
Fina arena blanca, encontrada dentro de uno de los agujeros.
El riachuelo que da nombre a este lugar.
Se me está haciendo muy tarde y todavía queda mucho que mostrar. Os prometo que mañana sigo.
Hoy el día ha amanecido luminoso y soleado. Habíamos hecho planes para comer pronto y salir después pero antes de comer, se ha nublado todo y las nubes bajas han empezado a descender por la ladera del monte. Como no estaba previsto que lloviera hemos seguido adelante con el plan.
Como veis, a nuestra llegada, las nubes bajas en forma de niebla matizaban las formas y los colores.
Una vez que hemos empezado a bajar las nubes se han quedado por encima y hemos vuelto a ver los colores con nitidez. Al fondo, a pesar de que no se distingue, está el mar.
Pero por encima de nuestras cabezas, seguía estando la niebla.
Una muestra de la forma de las rocas de esta zona y de lo increíble que es la vida.
Helechos. Antaño, los helechos se utilizaban para preparar la cama del ganado. También, mezclados con hielo, para presentar el pescado en las pescaderías.
Pequeñas y hermosas florecillas en mitad del “camino” de piedra.
Y ya empezamos a llegar a la zona interesante. ¿Qué habilidoso escultor trabajó en estas piedras?
Parece que es el viento, por increíble que resulte.
Tanto Jaizkibel como Ulía (que va desde Pasai San Pedro hasta Donostia) son básicamente de piedra arenisca.
El viento sopla llevando partículas que agujerean la piedra, sobre todo las partes más blandas. Una vez que ha hecho un agujero, las partículas giran y giran desgastando la piedra, convirtiéndola en fina arena y tallando las hermosas oquedades y figuras que encontramos por el camino.
Pero lo más sorprendente de esta zona, no son las piedras esculpidas, sino la increíble profusión de colores de los bloques de arenisca. Podemos encontrar desde blanco hasta rojo, pasando por las gamas de ocres y naranjas.
Incluso podremos encontrar bloques de color negro. Pareciera que pintores y escultores han trabajado para crear una magnífica obra de arte.
En algunos momentos nos ha parecido que contemplábamos algún rincón de la Alhambra o alguna de obra de Miquel Barceló o de Gaudí.
Fina arena blanca, encontrada dentro de uno de los agujeros.
El riachuelo que da nombre a este lugar.
Se me está haciendo muy tarde y todavía queda mucho que mostrar. Os prometo que mañana sigo.
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