Creo que, prácticamente, todas las crías sean del animal que sean te llevan a expresar ternura. Bueno, iba a hacer una lista de excepciones pero me he dado cuenta del riesgo que corría de que fuera demasiado larga, así que me parece que me centraré en los bebés de los mamíferos. También hay otros animalillos que despiertan nuestros mejores sentimientos entre otras especies, pero si intento generalizar, supongo que estoy más segura cuando hablo de crías de mamíferos...
Cuando son una copia más pequeña de sus padres, con esos ojos más grandes y un cuerpo con proporciones diferentes a los de sus progenitores, nos inspiran: simpatía, ternura, ganas de acariciarlos,…
Pero cuando la cría se convierte en adulto, puede seguir gustándonos, pero es algo diferente. Sin embargo, hay un animal que aun de adulto, sigue inspirándome esa simpatía y es el burro. Me encanta ver burros cuando voy a pasear, pero cada vez hay menos porque ya perdieron su utilidad.
Me da mucha pena, porque antaño, ayudaba en las faenas del campo, acarreando peso con los carros,… Pero con la llegada de los automóviles, se han quedado sin trabajo, en el paro. Ni siquiera pueden volver a su espacio salvaje. Afortunadamente, todavía pueden encontrarse caseríos con ejemplares pastando en sus prados. O como estos, en semi-libertad, sueltos en el monte.
Cuando son una copia más pequeña de sus padres, con esos ojos más grandes y un cuerpo con proporciones diferentes a los de sus progenitores, nos inspiran: simpatía, ternura, ganas de acariciarlos,…
Pero cuando la cría se convierte en adulto, puede seguir gustándonos, pero es algo diferente. Sin embargo, hay un animal que aun de adulto, sigue inspirándome esa simpatía y es el burro. Me encanta ver burros cuando voy a pasear, pero cada vez hay menos porque ya perdieron su utilidad.
Me da mucha pena, porque antaño, ayudaba en las faenas del campo, acarreando peso con los carros,… Pero con la llegada de los automóviles, se han quedado sin trabajo, en el paro. Ni siquiera pueden volver a su espacio salvaje. Afortunadamente, todavía pueden encontrarse caseríos con ejemplares pastando en sus prados. O como estos, en semi-libertad, sueltos en el monte.
A pesar de las moscas, estos burros me enternecen.
Seguro que Juan Ramón Jiménez que escribió ese bello libro titulado “Platero y yo”, en el que cuenta las andanzas de un burrito llamado Platero, agradecería su apoyo a los que protegen a los burros.
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