domingo, 6 de septiembre de 2015

Subir un grado... y reflexión sobre los niños

Gracias a mis sobrinos tengo un grado más: soy tía-abuela y mi madre se ha convertido en una orgullosa bisabuela. El acontecimiento me ha llenado de alegría ya que yo siempre he sido de la opinión de que en todas las familias (*) debería haber, al menos, un niño pequeño (**).
Me parece que voy a contracorriente de las nuevas tendencias, ya que se ha puesto de moda una especie de aversión a los niños. En muchos lugares (***) prohíben la entrada de niños porque hay muchas personas, normalmente de alto poder adquisitivo, que así lo prefieren y han conseguido convertirse en una magnífica oportunidad de negocio de alto nivel. De hecho, tengo la impresión de que hoy en día, en muchos ambientes, está mucho mejor visto tener un perro que tener un niño.

(*) No me refiero a los reducidos grupos familiares que habitan juntos en una vivienda. Lo digo en un sentido más amplio, el de aquellos a los que unen lazos familiares y se reúnen en las celebraciones: cumpleaños, aniversarios,…
(**) Me refiero a niños hasta, alrededor de los 4-5 años, ya que opino que dan muchísima alegría en una casa. A partir de esa edad, dejan de perder poco a poco la inocencia… Y siguen dando alegría pero a veces también generan más crispaciones aunque no por eso los vamos a devolver...
(***) No me refiero a establecimientos que, naturalmente, están vedados a los niños. Me refiero a hoteles, restaurantes,…

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