sábado, 28 de enero de 2017

Música

Cuando era pequeña, lo primero que hacía mi madre cuando se levantaba era poner la radio en la cocina y mi marido, lo primero que hace es encender la tele. Sin embargo, a mí me gusta el silencio relativo de la casa cuando los demás todavía no se han levantado. Pequeños sonidos amortiguados… una puerta que se cierra, la cucharilla dando vueltas, la vida volviendo a la casa poco a poco. Digamos que me encuentro cómoda en el sosiego aunque tampoco evito el alboroto y el barullo cuando están justificados y aparecen. Por ejemplo, no soporto los programas en los que se dedican a discutir y a gritarse o echarse pullas los unos a los otros pero me gusta ir de fiesta aunque prefiera no hacerlo a menudo. Es por eso que no aguanto demasiado bien esa necesidad de poner música por todos lados.
Sin embargo, en muchos establecimientos tienen música ambiental para todos. Imagino que estará probado que la música nos hace sentirnos mejor y favorece las ventas.
En el dentista también tienen música, aunque en este caso, supongo que será para tranquilizar a los pacientes. A pesar de ello, yo jamás podré estar tranquila en el dentista.
Y luego están las invasiones musicales en Carnavales y en Fiestas y la super-invasión de música en Navidad. Todas las calles y tiendas con música a todas horas para que te empapes del espíritu navideño. Estoy segura de que gracias a eso compramos más durante esas fechas.
Incluso, en los transportes colectivos, alguna vez he tenido que pedir a alguna persona que bajara la musiquita del móvil mientras jugaba con él en el tren y hace poco había música en el autobús, tan fuerte que con el ruido del autobús no se podía oír nada más. Afortunadamente, el volumen bajó, no sé si alguien se lo pidió al conductor.
Y no diré que para colmo porque reconozco que me gusta, mi hija pequeña es muy cantarina y hay momentos en que la paz no tiene lugar en mi casa.
Es por todo esto que a veces tengo la sensación de vivir dentro de un musical…

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