viernes, 8 de septiembre de 2017

Mascotas

Cuando yo era pequeña tuvimos un pollito que creció hasta convertirse en un gallo y después tuvimos pájaros e incluso pequeñas tortugas. Ya después de casarme, lo más que he tenido han sido peces, incluido un pez de agua fría, de esos que se tienen en peceras redondas que vivió ¡12 años! Pero hace tiempo que ya no tenemos ninguno.
Debo reconocer que me gustan los animales pero una casa no me parece lugar adecuado para ellos y muchísimo menos una jaula. Además, para mí, las vacaciones suponen un problema y creo que no estoy mentalizada para preocuparme tanto por una mascota. Por eso, no quiero comprometerme cogiendo una, a pesar de que mis hijas quieren un gato. Me niego en redondo porque muchas veces son los hijos los que piden y después son los padres los que se ocupan…
Reconozco el valor terapéutico de tener una mascota pero creo que los animales deben ser tratados como lo que son y, en muchos casos, veo que son como hijos para sus dueños y ¡no deberían serlo!
Últimamente, por las mañanas, cuando me dirijo al tren camino del trabajo, oigo el canto de un grillo. No diré que me desagrada porque, afortunadamente, no lo oigo mientras duermo pero la única razón que encuentro para que no busque un lugar más verde es que esté metido en una jaula. Cuando pienso eso, me entristece… ojalá pudiera volver a su campo verde.

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