lunes, 28 de abril de 2014

Graffiti: ¿arte o gamberrismo?

El graffiti surgió como forma de manifestarse por parte de algunos jóvenes. Comenzó en la ciudad de Nueva York y desde allí se extendió a otros lugares.
Desde el principio se le consideró transgresor y aunque en un inicio eran simples pseudónimos, la necesidad de destacarse hizo que se fueran incorporando nuevos diseños de letras, colores, dibujos,… en su empeño por llamar la atención sobre el resto. Según fue creciendo y volviéndose más grande, surgió el dilema de si era arte o no. Y muchos graffiteros discrepaban porque si se consideraba como arte interpretaban que era menos transgresor.
Hoy en día, el graffiti ha perdido su aura de transgresión y casi la única forma de convertirlo en tal es pintar en lugares en los que no se debe hacer. Pero, visto el coste de limpiar los graffitis, la ley ya ha dictado que los graffitis pueden ser delito. Con lo que podemos distinguir entre graffiti legal y graffiti ilegal. El graffiti legal sería el realizado en un lugar con el permiso del propietario.
Sin entrar a discutir si un graffiti es legal o no, ya que yo como espectadora lo desconozco, lo que sí puedo juzgar es lo que yo siento cuando veo un graffiti.










Muchos de los graffitis que me he encontrado, suelen estar en lugares poco agradables a la vista. Los colores de las pintadas pueden alegrar el lugar, aunque a veces suelen estar rayando el límite.


















En Beasain hay una serie de pintadas en locales cerrados que llaman tu atención y son agradables a la vista. En principio, mejoran lo existente.



Algunas paredes son alegradas con grandes pinturas.










Pero, ¿y cuándo se pinta en las paredes de un frontón?  ¿o cuando se pintan los vagones de un tren?
































¿Podrían ponerse de acuerdo Ayuntamientos y graffiteros para adecentar lugares poco agradables? ¿o iría en contra de la filosofía de ambos?

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