jueves, 17 de julio de 2014

Bretaña (2)

Como llevamos muchos kilómetros a nuestras espaldas, hoy nos vamos a Rennes, que está a unos 50 Km, para no andar tanto en coche. Hoy tenemos día nublado.
El triskell, un símbolo celta que verás por todos lados: en cerámica, en establecimientos, en casas,… No sólo en Rennes.








Llegamos a Rennes y nos disponemos a callejear. Tenemos un par de guías y algún plano, pero en cuanto encontremos un punto de información, pediremos un plano más detallado. No sé por qué, cuando pedimos el plano en francés, más de una vez nos preguntan si somos italianas. Supongo que será por mí que hablo en francés un poco peor que mi hija.
































Los bomberos se cruzan varias veces, no sé si es lo normal o era un día atareado de trabajo.
























Las puertas Mordelaises, en tiempos fueron la frontera entre Francia y Bretaña.









A la mayoría de las iglesias les faltan las estatuas del exterior. Supongo que será una herencia de la Revolución Francesa.




El edificio más importante: Ti-Koz (el nombre del restaurante) o Maison du Guesclin (aunque nunca perteneció a dicho héroe que murió antes de que se hiciera la casa), del primer cuarto del siglo XVI. Las casas de entramado de madera medievales y renacentistas, anteriores a 1580, se identifican por el entramado de madera, la planta superior en saledizo y las vigas y pilares decorados.
Las que se conservan, son anteriores al incendio que en 1720 destruyó casi 1.000 casas y duró 8 días.











El perfil del edificio anterior.



























Un bonito escaparate.












Mercadillo de libros.























La piscina municipal, de tipo Art Deco.

Seguimos el recorrido sugerido por el plano y encontramos más casas de madera.

La Ópera.
¿Os habéis dado cuenta de que poco a poco está clareando el cielo?

Algún establecimiento coqueto.








Todos los pueblos que visitamos y, por supuesto, Rennes están alegremente floridos.

Un edificio de entramado de madera en rehabilitación.

Estamos un poco cansados y se dice de volver al alojamiento, por lo que propongo desviarnos un poco hacia Fougères que tiene un castillo. Mi marido se ilusiona: le gustan los castillos más que las ciudades. Así que hacia allí nos dirigimos.

Aparcamos en lo que creemos el centro de Fougères: al lado de una iglesia. Vemos los jardines que están recomendados en la guía, muy bonitos, y abajo: el castillo. Se puede ir andando, pero luego hay que volver, así que cogemos el coche para acercarnos.

Una bonita imagen del castillo y de la iglesia de Saint Sulpice.

La iglesia de Saint Sulpice también viene recomendada

Tiene un bonito techo de madera.

En la parte delantera, decorado.

Mala suerte, el castillo ya no admite visitas: cierra a las 19 h y son las 18:50 h; las visitas se cierran a partir de las 18:15 h. Así que nos conformamos con verlo por fuera.

Aprovechamos para sentarnos en una terraza y escuchar el concierto: cantan canciones de moda y finalizan con varias canciones bretonas.

Contra mi costumbre, pido una cerveza. No suelo beber cerveza, sólo con mucha gaseosa, pero hoy hago una excepción y pido una cerveza bretona de bayas. Mi marido se anima con una "negra" bretona. La mía es suave y no me disgusta, la de mi marido es más fuerte y no me gusta. A él tampoco le gusta la mía, así que todos contentos.



Terminamos de ver el castillo y damos el día por terminado. Cuando llegamos al alojamiento, cenamos y caemos rendidos hasta el día siguiente.








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