Estamos viviendo en casa por n-ésima vez el final de un proyecto con lo que ello conlleva: estrés, nervios de última hora, noches muy cortas,…
Es muy difícil que cuando se acerca el final se cumplan los plazos con holgura. La mayoría de las veces se llega con muchos aprietos a pesar de haber planificado así que si no se hace…
Aunque no era exactamente de eso de lo que quería hablar sino del curioso funcionamiento del cerebro:
Cuando tenemos tiempo más que suficiente para pensar y pulir las ideas, nuestro cerebro trabaja al ralentí. Es muy difícil convencerle de que es mejor trabajar sin agobios y, a veces, hasta nos cuesta centrarnos en lo que tenemos delante y los minutos se nos van de las manos. Sin embargo, cuando falta tiempo y corremos el riesgo de que los problemas no nos permitan llegar a cumplir el plazo, nuestro cerebro bulle y nos inunda de ideas e ingeniosas soluciones. De hecho, a veces nuestra cabeza nos presenta mil y una ideas mejores que las que habíamos tomado inicialmente, y podemos llegar a sentir el impulso de volver a empezar desde cero el trabajo. Es como si funcionáramos a un 200%.
Cuando todo termina, con el último toque de campanilla y al borde de la locura, quedamos exhaustos y nos juramos que no volverá a pasar. La próxima, lo planificaremos con tiempo, nos haremos un Gantt con plazos concretos y llegaremos holgados pero la realidad es que… lo más probable es que la próxima vez… suceda parecido.
Por eso, al menos por el equilibrio familiar, sólo me cabe esperar que no sea demasiado a menudo
Es muy difícil que cuando se acerca el final se cumplan los plazos con holgura. La mayoría de las veces se llega con muchos aprietos a pesar de haber planificado así que si no se hace…
Aunque no era exactamente de eso de lo que quería hablar sino del curioso funcionamiento del cerebro:
Cuando tenemos tiempo más que suficiente para pensar y pulir las ideas, nuestro cerebro trabaja al ralentí. Es muy difícil convencerle de que es mejor trabajar sin agobios y, a veces, hasta nos cuesta centrarnos en lo que tenemos delante y los minutos se nos van de las manos. Sin embargo, cuando falta tiempo y corremos el riesgo de que los problemas no nos permitan llegar a cumplir el plazo, nuestro cerebro bulle y nos inunda de ideas e ingeniosas soluciones. De hecho, a veces nuestra cabeza nos presenta mil y una ideas mejores que las que habíamos tomado inicialmente, y podemos llegar a sentir el impulso de volver a empezar desde cero el trabajo. Es como si funcionáramos a un 200%.
Cuando todo termina, con el último toque de campanilla y al borde de la locura, quedamos exhaustos y nos juramos que no volverá a pasar. La próxima, lo planificaremos con tiempo, nos haremos un Gantt con plazos concretos y llegaremos holgados pero la realidad es que… lo más probable es que la próxima vez… suceda parecido.
Por eso, al menos por el equilibrio familiar, sólo me cabe esperar que no sea demasiado a menudo
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