Como he convivido durante meses con un proyecto que estaba de “ocupa” en mi casa, he tenido tiempo para pensar y desarrollar este tema.
Así he podido ver la importancia que ciertos aspectos tienen en el desarrollo y eventual llegada a término de un proyecto:
1. La habilidad y capacidad de la persona que lo va a llevar a cabo para las necesidades de dicho proyecto
2. La personalidad de dicha persona
3. El grado de implicación
4. El número de personas que deben llevarlo a cabo
5. El plazo destinado al proyecto
6. El proyecto en sí
Y ahora pasaré a exponer más claramente el porqué de cada apartado.
1. La habilidad y capacidad de la persona que lo va a llevar a cabo para las necesidades de dicho proyecto
Si nos proponemos desarrollar un proyecto para el que tenemos conocimientos, habilidades, capacidades,… hay bastantes posibilidades de que llegue a buen fin. Pero si nos decantamos por uno para el cual no los tenemos, lo normal es que tengamos que adquirirlos por el camino, a la par que trabajamos en nuestra idea. En este caso, los resultados son IMPREDECIBLES; lo mismo pueden ser un éxito que un estrepitoso fracaso, incluyendo cualquiera de las opciones que se os ocurra entre ellos. Para ilustrarlo os contaré una anécdota: “Mi tío (*), que era de un pueblo de Galicia, quiso hacerse unos zuecos (**). Para ello cortó un pino y se puso a trabajar, pero carecía de habilidades y terminó haciendo un tarabelo (***)”
2. La personalidad de dicha persona
Si nos encontramos con una persona constante, responsable o trabajadora hay bastantes probabilidades de que el proyecto se termine. Los resultados del mismo pueden ser buenos o malos, dependiente del punto número 1.
Pero en caso contrario, podemos encontrarnos con esas personas que empiezan muchas cosas pero no terminan ninguna, todo trabajos sin terminar, aunque cuando los enseñan los presentan como pendientes de finalizar. No deberían engañarse: lo más probable es que terminen en la basura.
3. El grado de implicación
Aquí me estoy refiriendo a si se entiende el proyecto como propio o no. Si, aunque nos lo han mandado (un profesor, tu madre, tu jefe,…) lo aceptamos como un reto propio, o sea, nos implicamos (****)… el resultado será positivo. Pero si no lo admitimos como propio, si sólo participamos, lo más probable es que no lleguemos a ningún lado.
4. El número de personas que deben llevarlo a cabo
Si tienen que trabajar más de una, eso trae una complicación mayor. Si son capaces de trabajar como un equipo, con alguien que pueda tomar el puesto de líder o si entre ellos hay buena química, si algunos se implican aunque otros sólo participen, podría ser que sí, que se consiguiera llevar a cabo. Pero si nadie toma la dirección, si nadie se implica,… corremos el riesgo de ir dando bandazos sin llegar a buen puerto o incluso de quedarnos varados en mitad de la nada.
5. El plazo destinado al proyecto
Como ya os mostré en un post anterior (ver unpocoydemas.blogspot.com/2016/01/cerebro-y-estres.html), cuando el plazo del proyecto es largo, por mucho que se planifique (*****) lo realmente válido es lo que se realiza durante el último tercio de tiempo que es cuando realmente se ve que el tiempo se acaba y entran las prisas, que es cuando realmente nos implicamos.
6. El proyecto en sí
Y luego está el proyecto en sí. Creemos que podemos dominarlo y que saldrá lo que habíamos pensado desde el principio pero no siempre es así. A veces parece que tuviera vida propia y mientras te empeñas en llevarlo por el camino que tenías pensado no avanza pero si aceptas que debes dejarlo ir por otros derroteros, tu proyecto crece y se desarrolla. En estos casos, lo difícil suele ser admitir que no va a ser lo que tú querías que fuera. Esto me recuerda lo que escribía Patrick Rothfuss a propósito de su libro “La música del silencio” y que os comenté en un post (ver unpocoydemas.blogspot.com/2015/05/la-musica-del-silencio.html).
Y esto que he venido comentando aquí, me sirve también para entender un poco lo que pasa con mis posts. Hay algunos que me cuesta muchísimo terminar, les doy vueltas y más vueltas, los dejo para más tarde… hasta que por fin consiguen ver la luz. Otros, al final, acaban en la basura y sin embargo, otros surgen de repente y rápidamente ven el final del camino. Hay veces que tengo varias ideas guardadas en la recámara y otras veces que quiero escribir un post porque hace 2 días que escribí el anterior pero mi cabeza no está inspirada y no tengo ninguna idea en espera. En esos casos puede ocurrir: que a mi cerebro bajo presión se le ocurra algo inesperado o que tenga que dejarlo descansar un día más.
(*) mi tío se casó con la hermana de mi padre y, al igual que ellos, había venido de Galicia para buscarse un futuro mejor. En este caso, mi tío era de Porto do Son en A Coruña aunque de joven se vino a Trintxerpe donde conoció a mi tía y se casaron.
(**) en Galicia, se estilaban unos zuecos que se ponían sobre los zapatos para protegerlos en los caminos llenos de barro, ya que Galicia, como Euskadi, es bastante lluviosa (ver https://es.wikipedia.org/wiki/Zueco).
(***) un tarabelo (en gallego) era un taco de madera que, sujeto con un clavo al marco de la puerta o ventana, se utilizaba como pestillo.
(****) hay un chiste que me parece muy claro para entender la diferencia entre participación e implicación: “Una gallina y un cerdo tenían que preparar el desayuno. La gallina propuso hacer huevos con jamón, pero el cerdo se negó en redondo y alegó que no estaba de acuerdo porque la gallina participaba en el desayuno, pero él se implicaba”. El que se implica, se involucra, toma parte activa, tira del carro,…
(*****) esto es sobre todo válido para los proyectos que se realizan por primera vez en los que se desconoce el tiempo que nos va a llevar cada apartado y los cálculos aproximados se desvían bastante, normalmente para peor, de lo presupuestado. Si se trata de proyectos repetitivos, al final se aprende a corregir las desviaciones en los presupuestos de tiempo y se controla mejor.
Así he podido ver la importancia que ciertos aspectos tienen en el desarrollo y eventual llegada a término de un proyecto:
1. La habilidad y capacidad de la persona que lo va a llevar a cabo para las necesidades de dicho proyecto
2. La personalidad de dicha persona
3. El grado de implicación
4. El número de personas que deben llevarlo a cabo
5. El plazo destinado al proyecto
6. El proyecto en sí
Y ahora pasaré a exponer más claramente el porqué de cada apartado.
1. La habilidad y capacidad de la persona que lo va a llevar a cabo para las necesidades de dicho proyecto
Si nos proponemos desarrollar un proyecto para el que tenemos conocimientos, habilidades, capacidades,… hay bastantes posibilidades de que llegue a buen fin. Pero si nos decantamos por uno para el cual no los tenemos, lo normal es que tengamos que adquirirlos por el camino, a la par que trabajamos en nuestra idea. En este caso, los resultados son IMPREDECIBLES; lo mismo pueden ser un éxito que un estrepitoso fracaso, incluyendo cualquiera de las opciones que se os ocurra entre ellos. Para ilustrarlo os contaré una anécdota: “Mi tío (*), que era de un pueblo de Galicia, quiso hacerse unos zuecos (**). Para ello cortó un pino y se puso a trabajar, pero carecía de habilidades y terminó haciendo un tarabelo (***)”
2. La personalidad de dicha persona
Si nos encontramos con una persona constante, responsable o trabajadora hay bastantes probabilidades de que el proyecto se termine. Los resultados del mismo pueden ser buenos o malos, dependiente del punto número 1.
Pero en caso contrario, podemos encontrarnos con esas personas que empiezan muchas cosas pero no terminan ninguna, todo trabajos sin terminar, aunque cuando los enseñan los presentan como pendientes de finalizar. No deberían engañarse: lo más probable es que terminen en la basura.
3. El grado de implicación
Aquí me estoy refiriendo a si se entiende el proyecto como propio o no. Si, aunque nos lo han mandado (un profesor, tu madre, tu jefe,…) lo aceptamos como un reto propio, o sea, nos implicamos (****)… el resultado será positivo. Pero si no lo admitimos como propio, si sólo participamos, lo más probable es que no lleguemos a ningún lado.
4. El número de personas que deben llevarlo a cabo
Si tienen que trabajar más de una, eso trae una complicación mayor. Si son capaces de trabajar como un equipo, con alguien que pueda tomar el puesto de líder o si entre ellos hay buena química, si algunos se implican aunque otros sólo participen, podría ser que sí, que se consiguiera llevar a cabo. Pero si nadie toma la dirección, si nadie se implica,… corremos el riesgo de ir dando bandazos sin llegar a buen puerto o incluso de quedarnos varados en mitad de la nada.
5. El plazo destinado al proyecto
Como ya os mostré en un post anterior (ver unpocoydemas.blogspot.com/2016/01/cerebro-y-estres.html), cuando el plazo del proyecto es largo, por mucho que se planifique (*****) lo realmente válido es lo que se realiza durante el último tercio de tiempo que es cuando realmente se ve que el tiempo se acaba y entran las prisas, que es cuando realmente nos implicamos.
6. El proyecto en sí
Y luego está el proyecto en sí. Creemos que podemos dominarlo y que saldrá lo que habíamos pensado desde el principio pero no siempre es así. A veces parece que tuviera vida propia y mientras te empeñas en llevarlo por el camino que tenías pensado no avanza pero si aceptas que debes dejarlo ir por otros derroteros, tu proyecto crece y se desarrolla. En estos casos, lo difícil suele ser admitir que no va a ser lo que tú querías que fuera. Esto me recuerda lo que escribía Patrick Rothfuss a propósito de su libro “La música del silencio” y que os comenté en un post (ver unpocoydemas.blogspot.com/2015/05/la-musica-del-silencio.html).
Y esto que he venido comentando aquí, me sirve también para entender un poco lo que pasa con mis posts. Hay algunos que me cuesta muchísimo terminar, les doy vueltas y más vueltas, los dejo para más tarde… hasta que por fin consiguen ver la luz. Otros, al final, acaban en la basura y sin embargo, otros surgen de repente y rápidamente ven el final del camino. Hay veces que tengo varias ideas guardadas en la recámara y otras veces que quiero escribir un post porque hace 2 días que escribí el anterior pero mi cabeza no está inspirada y no tengo ninguna idea en espera. En esos casos puede ocurrir: que a mi cerebro bajo presión se le ocurra algo inesperado o que tenga que dejarlo descansar un día más.
(*) mi tío se casó con la hermana de mi padre y, al igual que ellos, había venido de Galicia para buscarse un futuro mejor. En este caso, mi tío era de Porto do Son en A Coruña aunque de joven se vino a Trintxerpe donde conoció a mi tía y se casaron.
(**) en Galicia, se estilaban unos zuecos que se ponían sobre los zapatos para protegerlos en los caminos llenos de barro, ya que Galicia, como Euskadi, es bastante lluviosa (ver https://es.wikipedia.org/wiki/Zueco).
(***) un tarabelo (en gallego) era un taco de madera que, sujeto con un clavo al marco de la puerta o ventana, se utilizaba como pestillo.
(****) hay un chiste que me parece muy claro para entender la diferencia entre participación e implicación: “Una gallina y un cerdo tenían que preparar el desayuno. La gallina propuso hacer huevos con jamón, pero el cerdo se negó en redondo y alegó que no estaba de acuerdo porque la gallina participaba en el desayuno, pero él se implicaba”. El que se implica, se involucra, toma parte activa, tira del carro,…
(*****) esto es sobre todo válido para los proyectos que se realizan por primera vez en los que se desconoce el tiempo que nos va a llevar cada apartado y los cálculos aproximados se desvían bastante, normalmente para peor, de lo presupuestado. Si se trata de proyectos repetitivos, al final se aprende a corregir las desviaciones en los presupuestos de tiempo y se controla mejor.
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